Proyectos de Investigación

viernes, 6 de enero de 2012

América Profunda - Rodolfo Kusch-.



Mi primer acercamiento a la obra de Rodolfo Kusch, siginificó una aventura apasionante. Recuperé algunas ideas de esta primera lectura y reconozco la necesidad de seguir leyendo, pensando y profundizando.

Datos del Autor: Gunter Rodolfo Kusch nació en la ciudad de Buenos Aires el 25 de junio de 1922. Estudió filosofía en Buenos Aires de cuya Universidad egresó en el año 1948 con el título de Profesor de Filosofía. Ejerció por aquellos años y los siguientes una intensa labor intelectual y docente en varios colegios secundarios de la Ciudad de Buenos Aires, el Instituto Superior de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y en varias Universidades de Bolivia, Cuyo y Salta. Su aporte al intenso debate intelectual de los años 50 en la Argentina se vio reflejado en revistas como la Gaceta Literaria, Verbum y Centro y Contorno.

Obras Publicadas:

La seducción de la barbarie. Análisis herético de un continente mestizo (1953),
América profunda (1962).
El Pensamiento indígena y popular en América (1970),
La negación en el pensamiento popular (1975),
Geocultura del hombre americano (1976),
Esbozo de una antropología filosófica americana (1978).

(Entre otras)

Fue un intelectual del campo de lo nacional y lo popular, políticamente incorrecto y dueño de una lucidez intelectual como pocas. Su estilo literario, su modo de escribir filosofía, recuerda eso que Sartre llamaba escribir como quien respira.
Pero la historia es cruel y en 1976 sucedió lo inevitable: fue expulsado por subversivo de sus cátedras en la Universidad de Salta.
Sus últimos años transcurrieron en Maimará, en el norte argentino, donde abandonó este tiempo el 30 de septiembre de 1979


Primera Parte: "El Hedor de América"

Cuando se sube a la Iglesia de Santa Ana del Cuzco, se experimenta la fatiga de un largo peregrinaje. Es como si se remontaran varios siglos a lo largo de esa calle Melo, bordeada de antiguas chicherías. Ahí se suceden las calles malolientes con todo ese viejo compromiso con verdades desconocidas.
Y nos acosa cierta inseguridad que nos molesta. La misma inseguridad como cuando nos habla una vieja india y no alcanzamos a entenderle, y estábamos ahí como si nada oyéramos y nos sentíamos recelosos y acobardados, porque todo eso no es lo que acostumbramos a tolerar. Nos hallamos como sumergidos en otro mundo que es misterioso e insoportable y que está afuera y que nos hace sentir incómodos.
Porque es cierto que las calles hieden, que hiede el mendigo, la vieja india que nos habla sin que entendamos nada, como es cierta también nuestra extrema pulcritud. Y no hay otra diferencia, ni tampoco queremos verla, porque la verdad es que tenemos miedo de no saber cómo llamar todo eso que nos acosa y que está afuera y que nos hace sentir indefensos y atrapados.
Es más hay cierta satisfacción de pensar que efectivamente estamos limpios y que las calles no lo están.
De ahí el Axioma: el vaho hediento es un signo que flota a través de todo el altiplano, como una de sus características primordiales. Y no es solo el hedor, sino que es en general, la molestia, la incomodidad de todo el ambiente. Más aún, se trata de una emoción que sentimos no solo en el Cuzco sino frente a América, hasta el punto de que nos atrevemos a hablar del hedor de América.
Y el hedor de América es todo lo que se da más allá de nuestra populosa y cómoda ciudad natal (aquí el autor hace referencia a Buenos Aires la ciudad donde nació). Es el camión lleno de indios, que debemos tomar para ir a cualquier parte del altiplano, y lo es la segunda clase de algún tren (*) y lo son las villas miseria que circundan Buenos Aires. (*)Recuerdo en uno de los viajes que hice con mi familia por esta hermosa zona, que cuando subí al tren me impresionó que la gente comenzó a subir con todo tipo de bolsas y a los gritos y llevaban consigo algunos animales, gallinas, pollos, etc. También recuerdo la mezcla de olores cuando el tren se detenía en las estaciones y subían los vendedores de comidas y de bebidas que servían de un balde.

La categoría básica de nuestros buenos ciudadanos consiste en pensar que lo que no es ciudad, ni prócer, ni pulcritud no es más que un simple hedor susceptible de ser exterminado.
La primera solución para los problemas de América apunta siempre a remediar la suciedad e implantar la pulcritud.Y es que el hedor tiene algo de ese miedo original que el hombre creyó dejar atrás después de crear su pulcra ciudad. En el Cuzco nos sentimos desenmascarados, no solo porque advertimos ese miedo en el mismo indio sino porque llevamos adentro, muy escondido, eso mismo que lleva el indio. Es el miedo que está antes de la división entre pulcritud y hedor. Pero ese miedo de ser primitivos en lo más intimo, un poco hedientos, no obstante nuestra firme pulcritud.

Y sentimos desamparo porque nuestra pulcritud carece de signos para expresar ese miedo.
Y en el juicio que el sobre el hedor de América y sobre la afanosa pulcritud se halla implícito el afán de encubrir una ira que nadie quiere ver. En verdad que esta actitud se encuentra sólo hacia el interior de América, remontando su pasado o bajando hacia las capas más profundas de su pueblo. Arriba, en cambio, el progresismo alimentado exclusivamente por la Europa burguesa del Siglo XIX.
Ambos son como dos extremos antagónicos: Uno está comprometido con el hedor y lleva encima el miedo al exterminio, y el otro en cambio, es triunfante y pulcro y apunta hacia un triunfo ilimitado aunque imposible.

(Resumen Capitulo 1: Introducción a América)
Rodolfo Kusch (1999) América Profunda, Ed. Biblos. Buenos Aires.

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