Proyectos de Investigación

sábado, 14 de enero de 2012

La Pasión es la Clave

Les acerco un material que vi hace muy poco en el canal Tecnopolis TV. Una Entrevista al DR Galo Soler Illia, que comenta los avences de la química en la nanotecnología. Mientras lo miraba me quedé pensando, que bueno sería que en las Escuelas se pase en las clases de química.Por que no?Que bueno sería que los Profes dejen de enseñar "cosas muertas" -como diría Meirieu- y comiencen a acercar el mundo a los chicos, estoy segura que si encontramos el sentido del porqué enseño lo que enseño, las cosas pueden cambiar.


jueves, 12 de enero de 2012

LECTURA del MES - AUTOR: BOAVENTURA DE SOUSA SANTOS


Boaventura de Sousa Santos (Coimbra, 1940)
Doctor en Sociología del Derecho por la Universidad de Yale, catedrático en la Facultad de Economía de la Universidad de Coimbra y profesor visitante de las universidades de Wisconsin-Madison. Dirige el Centro de Documentación 25 de Abril y el Centro de Estudios Sociales de la Facultad de Economía de la Universidad de Coimbra.

Prólogo

Capítulo I
La sociología de las ausencias y La sociología de las emergencias: Para una ecología de saberes

Capítulo II
Una nueva cultura política emancipatoria

Capítulo III
Para una democracia de alta intensidad

Lo pueden consultar en la Biblioteca Virtual de CLACSO. En este link:

http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/edicion/santos/Capitulo%20I.pdf

viernes, 6 de enero de 2012

América Profunda - Rodolfo Kusch-.



Mi primer acercamiento a la obra de Rodolfo Kusch, siginificó una aventura apasionante. Recuperé algunas ideas de esta primera lectura y reconozco la necesidad de seguir leyendo, pensando y profundizando.

Datos del Autor: Gunter Rodolfo Kusch nació en la ciudad de Buenos Aires el 25 de junio de 1922. Estudió filosofía en Buenos Aires de cuya Universidad egresó en el año 1948 con el título de Profesor de Filosofía. Ejerció por aquellos años y los siguientes una intensa labor intelectual y docente en varios colegios secundarios de la Ciudad de Buenos Aires, el Instituto Superior de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y en varias Universidades de Bolivia, Cuyo y Salta. Su aporte al intenso debate intelectual de los años 50 en la Argentina se vio reflejado en revistas como la Gaceta Literaria, Verbum y Centro y Contorno.

Obras Publicadas:

La seducción de la barbarie. Análisis herético de un continente mestizo (1953),
América profunda (1962).
El Pensamiento indígena y popular en América (1970),
La negación en el pensamiento popular (1975),
Geocultura del hombre americano (1976),
Esbozo de una antropología filosófica americana (1978).

(Entre otras)

Fue un intelectual del campo de lo nacional y lo popular, políticamente incorrecto y dueño de una lucidez intelectual como pocas. Su estilo literario, su modo de escribir filosofía, recuerda eso que Sartre llamaba escribir como quien respira.
Pero la historia es cruel y en 1976 sucedió lo inevitable: fue expulsado por subversivo de sus cátedras en la Universidad de Salta.
Sus últimos años transcurrieron en Maimará, en el norte argentino, donde abandonó este tiempo el 30 de septiembre de 1979


Primera Parte: "El Hedor de América"

Cuando se sube a la Iglesia de Santa Ana del Cuzco, se experimenta la fatiga de un largo peregrinaje. Es como si se remontaran varios siglos a lo largo de esa calle Melo, bordeada de antiguas chicherías. Ahí se suceden las calles malolientes con todo ese viejo compromiso con verdades desconocidas.
Y nos acosa cierta inseguridad que nos molesta. La misma inseguridad como cuando nos habla una vieja india y no alcanzamos a entenderle, y estábamos ahí como si nada oyéramos y nos sentíamos recelosos y acobardados, porque todo eso no es lo que acostumbramos a tolerar. Nos hallamos como sumergidos en otro mundo que es misterioso e insoportable y que está afuera y que nos hace sentir incómodos.
Porque es cierto que las calles hieden, que hiede el mendigo, la vieja india que nos habla sin que entendamos nada, como es cierta también nuestra extrema pulcritud. Y no hay otra diferencia, ni tampoco queremos verla, porque la verdad es que tenemos miedo de no saber cómo llamar todo eso que nos acosa y que está afuera y que nos hace sentir indefensos y atrapados.
Es más hay cierta satisfacción de pensar que efectivamente estamos limpios y que las calles no lo están.
De ahí el Axioma: el vaho hediento es un signo que flota a través de todo el altiplano, como una de sus características primordiales. Y no es solo el hedor, sino que es en general, la molestia, la incomodidad de todo el ambiente. Más aún, se trata de una emoción que sentimos no solo en el Cuzco sino frente a América, hasta el punto de que nos atrevemos a hablar del hedor de América.
Y el hedor de América es todo lo que se da más allá de nuestra populosa y cómoda ciudad natal (aquí el autor hace referencia a Buenos Aires la ciudad donde nació). Es el camión lleno de indios, que debemos tomar para ir a cualquier parte del altiplano, y lo es la segunda clase de algún tren (*) y lo son las villas miseria que circundan Buenos Aires. (*)Recuerdo en uno de los viajes que hice con mi familia por esta hermosa zona, que cuando subí al tren me impresionó que la gente comenzó a subir con todo tipo de bolsas y a los gritos y llevaban consigo algunos animales, gallinas, pollos, etc. También recuerdo la mezcla de olores cuando el tren se detenía en las estaciones y subían los vendedores de comidas y de bebidas que servían de un balde.

La categoría básica de nuestros buenos ciudadanos consiste en pensar que lo que no es ciudad, ni prócer, ni pulcritud no es más que un simple hedor susceptible de ser exterminado.
La primera solución para los problemas de América apunta siempre a remediar la suciedad e implantar la pulcritud.Y es que el hedor tiene algo de ese miedo original que el hombre creyó dejar atrás después de crear su pulcra ciudad. En el Cuzco nos sentimos desenmascarados, no solo porque advertimos ese miedo en el mismo indio sino porque llevamos adentro, muy escondido, eso mismo que lleva el indio. Es el miedo que está antes de la división entre pulcritud y hedor. Pero ese miedo de ser primitivos en lo más intimo, un poco hedientos, no obstante nuestra firme pulcritud.

Y sentimos desamparo porque nuestra pulcritud carece de signos para expresar ese miedo.
Y en el juicio que el sobre el hedor de América y sobre la afanosa pulcritud se halla implícito el afán de encubrir una ira que nadie quiere ver. En verdad que esta actitud se encuentra sólo hacia el interior de América, remontando su pasado o bajando hacia las capas más profundas de su pueblo. Arriba, en cambio, el progresismo alimentado exclusivamente por la Europa burguesa del Siglo XIX.
Ambos son como dos extremos antagónicos: Uno está comprometido con el hedor y lleva encima el miedo al exterminio, y el otro en cambio, es triunfante y pulcro y apunta hacia un triunfo ilimitado aunque imposible.

(Resumen Capitulo 1: Introducción a América)
Rodolfo Kusch (1999) América Profunda, Ed. Biblos. Buenos Aires.

miércoles, 4 de enero de 2012

Vivir sin Magia - Rodolfo Kusch





Uno de los motivos por los cuales rechazamos el altiplano, estriba en que allá se cree en la magia, y nosotros aquí en Buenos Aires, ya no creemos en ella. Somos extraordinariamente realistas y prácticos, por cuanto creemos en la realidad.
¿Y qué es realidad para nosotros? Pues eso que se da delante de uno: las calles, las paredes, los edificios, el río, la motaña o la llanura. Todo esto no se puede modificar, porque no puedo cambiar de lugar una casa, ni alterar la orientación de una calle, ni puedo traspasar diagonalmente una manzana para llegar a mi hogar, ya que mi cuerpo es mucho más endeble que las paredes. La realidad indudablemente se impone porque es dura, inflexible y lógica. Más aún, es una especie de punto de referencia para nuestra vida, porque, cuando andamos mucho en las nubes, viene una persona práctica y nos dice: "hay que estar en la realidad".
Y si no lo hacemos, se nos invoca la ciencia. Ella es la teoría que da una rara concreción a la realidad de tal modo que, no sólo ésta se refiere a las paredes y a las piedras, sino también a otros órdenes. Hay una ciencia económica para nuestros sueldos, otra para la política, otra para nuestras aspiraciones profesionales, otra para nuestros impulsos. Y todo es realidad, aunque "científica". La realidad es entonces como un mar de plomo, que abarca un sin fin de sectores, y en el cual debemos desplazarnos con cuidado.
Pero un día estamos tranquilos en nuestra casa, y viene un amigo y nos trae la noticia de que en la esquina hay un plato volador. ¿Y nosotros qué decimos? Pues ver para creer. De inmediato pensamos salir corriendo, claro está doblando prudentemente las esquinas para llegar al lugar donde se depositó el extraño artefacto. Ahí lo veremos, y luego creeremos. La realidad coincide con las cosas que se ven.
Pero podría ocurrir que no saliéramos corriendo, y le dijéramos a nuestro amigo: "¿Me vas a hacer creer que se trata de un plato volador?" Y el amigo nos respondiera: "Todo el mundo lo dice". Es curioso, ya lo dijimos, por una parte yo le hago notar al amigo que él me tiene que hacer creer, y por la otra, él se confabula con todo el mundo, o sea con los seis millones de habitantes de Buenos Aires, para que yo le crea. Y esto ya no es ver creer, sino al revés: creer para ver. A veces tengo que ver la realidad para creer en ella, otras veces tengo que creer en la realidad para verla. Por una parte quiero ver milagros para cambiar mi fe, y, por la otra, quiero cambiar mi fe para ver milagros.
Por eso, podemos creer en la realidad y en la ciencia, pero nos fascina que un hechicero del norte argentino haga saltar el fuego del fogón, para hacerlo correr por la habitación. También nos fascina que en Srinagar, en la India, algún guru o maestro realice la prueba de la cuerda, consistente en hacerla erguir en el espacio y en obligar a ascender por ella a un niño, quien probablemente nunca más volverá a descender. Y también nos fascinan los malabaristas en el teatro, porque hacen aparecer o desaparecer cosas, o seccionan a un ser humano en dos partes, y luego las vuelven a pegar sin más. ¿Y qué nos fascina en todo esto? Pues que la realidad se modifica. ¿Y en qué quedó el carácter inflexible, duro, lógico y científico de la realidad?
Mientras escribo estas líneas veo por mi ventana un árbol. Este pertenece a la dura realidad. ¿Si yo me muero, el árbol quedará ahí? No cabe ninguna duda. ¿Pero no podría pasarle al árbol lo que a nosotros, cuando muere un familiar querido? ¿En este caso qué lamentamos más: la ausencia definitiva del familiar, o más bien la hermosa opinión que él tenía de nosotros? ¿Le pasará lo mismo al árbol? Yo siempre lo he visto hermoso, y mi vecino, quien es muy práctico, ya no lo verá asi. Cuando yo muera, morirá mi opinión sobre el árbol, y el árbol se pondrá muy triste y se morirá también.
¿Pero no habíamos dicho que la realidad es dura, flexible y lógica? Así lo dicen los devotos de la ciencia. Pero a mí nadie me saca la sospecha de que los árboles no obstante piensan y sienten. Porque ¿qué es la ciencia? No es más que el invento de los débiles que siempre necesitan una dura realidad ante sí, llena de fórmulas matemáticas y deberes impuestos, sólo porque tienen miedo de que un árbol los salude alguna mañana cuando van al trabajo. Un árbol que dialoga seria la puerta abierta al espanto y nosotros queremos estar tranquilos, y dialogar con nuestros prójimos y con nadie más. Evidentemente no creemos en la magia, no sólo porque tengamos una firme convicción de la dureza de la realidad, sino ante todo porque necesitamos llevarnos bien con 6 millones de prójimos encerrados en la ciudad de Buenos Aires. Y para ello es preciso poner en vereda a los árboles con su lenguaje monstruoso y creer en la dura, inflexible y lógica realidad. (*)

(*) Rodolfo Kusch (1922-1979)